miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los padres son padres, y los hijos, hijos, no colegas


Los padres han dejado de ser padres y han cedido su sagrado estatus para descender al de colegas y como tales son tratados por sus hijos


Por Manuel Villena Lázaro

La educación en España, de todos es conocido, no brilla por su excelencia, todo lo contrario.
Según el archiconocido informe PISA ocupamos un lugar del que no podemos sentirnos satisfechos, en cambio ocupamos un muy destacado puesto en abandono y fracaso escolar. Según los últimos datos el fracaso alcanza el 30.8%, un 1.2% por encima del año pasado
Las autoridades, ante tan alarmantes tasas, están estudiando planes que combatan y reduzcan, en lo posible, este penoso fenómeno.
Para entender el origen de este problema no hace falta un sesudo estudio de un prestigioso sociólogo, ni tan siquiera consultar a un versado psicólogo especialista en comportamientos sociales. Basta echar la vista atrás y analizar, someramente, comportamientos sociales, ciertas leyes y la influencia que han ejercido los medios de comunicación.
Desde hace, aproximadamente, unos 25 años acá, el niño en la familia ha ocupado el trono. Los padres hemos hecho todo lo posible e imposible para atender todas las necesidades y complacer todos los caprichos, prevaleciendo en muchas ocasiones éstos sobre aquellas. Si los padres intuimos que el niño desea algo, antes de abrir la boca, ya se lo hemos proporcionado. Si el hijo aprueba el curso se le premia con una videoconsola, si no aprueba también se le proporciona, vayamos a ocasionarle un trauma. Al curso siguiente más de lo mismo, pero con la bicicleta, año más tarde el MP3 y así sucesivamente hasta llegar a la motocicleta y...
Los padres han dejado de ser padres y han cedido su sagrado estatus para descender al de colegas y como tales son tratados por sus hijos. Así cuando las exigencias de los vástagos no pueden ser complacidas muchos hijos llegan a agredir verbal y físicamente al atónito, incrédulo e infeliz “colega”. Este fenómeno está aumentando por días.
En el ámbito escolar se ha trasmitido la idea de que todo se puede aprender jugando, el esfuerzo prácticamente ha desaparecido, quedando relegado a escasos y raros sujetos siendo en muchas ocasiones objeto de burlas, acoso e incluso agresiones.
Todo el clima escolar debe estar enfocado a buscar la autoestima, el fracaso escolar puede ocasionar traumas irreparables. Estas ideas han sido divulgadas, hasta la saciedad, por ciertos pedagogos de salón y moqueta, que han encontrado un altavoz eficacísimo en los medios de comunicación.
Todo esto ha calado profundamente entre padres, alumnos y en ciertos sectores del profesorado. En esta línea se llegaron a prohibir los deberes para la casa, al poco tiempo se dispuso que los alumnos pasaran de curso automáticamente; sin importar ni el trabajo ni el esfuerzo ni los conocimientos adquiridos. De este modo llegamos a que un número demasiado elevado de alumnos su única labor consiste en calentar el pupitre, declarándose objetores escolares. Eso si, cargados de derechos y sin obligación alguna, a lo más concentran su único “esfuerzo” en molestar e incordiar tanto al profesorado como a los “pringaos” responsables y trabajadores, hurtándoles a éstos su derecho a la educación, y todo con la mayor impunidad y descaro. Esta es la triste realidad de la educación obligatoria.
Llega la educación voluntaria y lo extraño es que ante este estado de cosas las autoridades se sientan alarmadas por que los jóvenes abandonen, cuando lo que cualquier sistema educativo lo que les puede ofrecer es esfuerzo y trabajo, y como no están acostumbrados, ante ese horrible panorama, optan por abandonar el “estudio” y buscar la felicidad que les regala la sociedad hedonista en la que están inmersos.
Resumiendo que “de aquellos polvos este lodazal” o si lo prefiere, paciente lector: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.

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